jueves, 28 de agosto de 2008

¿Desprendimiento de ojo?

Nos vamos de excursión a Toledo, con los compañeros del colegio. Muy pronto nos hallamos ante una preciosa catedral, junto a la cual hay un casino, ese del cual los profesores ya nos habían hablado. Me encontraba con mis mejores amigas.

Entonces, la profesora de física aparecía a nuestro lado. Ella y yo jugábamos a lanzarnos una pelota de papel albal. Mas, en un momento en que yo se la tiraba a ella, no podía cogerla. La pelota caía al suelo y se escapaba rodando debido al viento, y yo me reía porque le tocaría a mi profesora ir a rescatarla. Sin embargo, al ir a agacharse, se quedó paralizada en esa posición. Algo la había pasado.

Una amiga y yo fuimos corriendo a comprobar si estaba bien. Se había torcido un dedo, aunque aseguraba que apenas le dolía, y decía que tenía “desprendimiento de ojo” o, lo que es lo mismo, un intenso mareo.

Permanecí al lado de mi profesora durante el tiempo que mi amiga empleó en buscar a un especialista. Nos sentamos junto a una pared y hablamos de lo que la había podido provocar tal lesión. Ella estaba decaída. Se nos acercó una joven morena, gordita y de pelo corto, que nos hizo compañía. Finalmente, como vimos que nadie regresaba, agarré del brazo a mi profesora y la guié por la ciudad.

Encontramos a mis amigas y al resto de compañeros reunidos, en una zona amplia de la calle, con un médico especialista en “desprendimiento de ojo”. Iba vestido de verde, con una túnica cubierta de plantas. En sus manos sostenía patas de gallo y raíces de zanahoria. La gente, curiosa, lo rodeaba e intentaba probar tales elementos, comiéndolos para degustar su sabor. Se comieron las raíces, luego las patas y, finalmente, empezaron a devorar todo cuanto tenían a su alcance, incluso libros, de los que arrancaban cachitos como si fueran bollos.

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